Tres y veinte, madrugada fría y serena. Las ratas gimen a lo lejos, huyendo despavoridas de gatos salvajes, famélicos. Con las piernas desnudas, pasando frío en los dedos de los pies, pienso que lo mejor es abrazarme al vacío de mi soledad. Temo que mañana será un día más, gris y monótono como sus predecesores. El mismo aire enviciado, las mismas expresiones lastimeras, el olor vulgar del sudor, la colonia barata y el café rancio mezclado con tabaco.
Mañana sera otro día igual que hoy.
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